jueves, 27 de junio de 2013

Relato 4

LA CANCIÓN DEL VERANO: Aserejé
Aserejé, ja, deje, dejebe tu dejebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi…”
No entiendo nada, pero la alegría y el ritmo de esta canción han traspasado las fronteras. Al principio pensé que la ponían porque en el hotel había muchos españoles, pero anoche los italianos la bailaban y parecían conocerla de toda la vida. Es curioso cómo oír una canción te hace sentir como si estuvieras en casa disfrutando de la piscina, sobre todo después de tres días de viajar por el desierto hasta llegar a unos pobres oasis donde aún se vive en cuevas subterráneas como en la Edad de Piedra. Lo único que realmente me sorprendió fue El Jem; encontrar un coliseo en medio de ninguna parte describe mejor que cualquier ensayo el cambio de los tiempos y la futilidad de muchos de los esfuerzos del hombre a través de los siglos.
La piscina está llena, parece que todos hemos optado hoy por tomarnos el día de descanso. Contemplando a los bañistas, me quedo mirando a una rubia con bikini rosa, que está realmente potente.
Sonia se levanta de la hamaca y se dirige hacia ella.
-Torcuata, he visto…
No entiendo lo que dicen con el sonido de la música:
“…Diego tiene chulería y ese punto de alegría raftafari afrogitano y donde más no cabe un alma…”
Es un nombre imposible. Si la presentara a mis amigos se despiporrarían de risa; podría llamarla Cati. Le saca casi la cabeza a Sonia y su piel reluce blanca y tersa bajo el sol, tiene un cuerpo impresionante. Ya vuelve Sonia.
-De verdad se llama así. Es muy fuerte.
-Sí, es fuerte.
-¿Cómo lo sabías?
-He oído como la llamaba su marido.
-¿Cómo sabes que es su marido?
-Dijeron el primer día que estaban de viaje de novios.
Es increíble cómo se entera de todo. Veo a Cati evolucionar alrededor de la piscina y mis ojos no pueden escapar del embrujo de su cuerpo. De forma casi automática mi mano derecha alcanza la espalda de Sonia y empiezo a acariciarla, pero se levanta bruscamente y se va al agua. Creo que ya se ha enfadado. He estado mirando demasiado tiempo a Cati y ha debido darse cuenta. Esta noche no toca polvo.
Cati finalmente entra en la piscina. Me doy la vuelta en la hamaca. Es de una belleza tan brutal que mirarla te deja anonadado. No me ha producido ni siquiera una erección, así que no puede considerarse pecado ni de pensamiento. Pero Sonia es peor que un cura; es tan celosa que cuando estoy mirando cualquier cosa, antes que mi cabeza pueda elaborar una idea, ya ella ha adivinado que voy a pensar y me ha condenado. Si quiero terminar tranquilo los dos días que nos quedan de vacaciones tendré que portarme bien. Pero debo ser sutil. Cuando vuelva la dejaré que se serene un rato y luego le hablaré del sol, del aire seco y dulce, de la luz reflejada sobre su cuerpo, de la belleza de su piel morena…
“…Aserejé ja deje dejebe tu dejebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi…”



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