jueves, 27 de junio de 2013

Relato 3

AY VERA , VERANO, VERA

Hola Natalia:
La verdad es que la foto que has mandado me ha traído muchos recuerdos. Más aún de los que sabía que tenía.
Aquel verano que pasamos juntas en Vera, desayunado mojitos y cenando cola caos, con el cuerpo quemado y la boca siempre seca por la resaca. Y ese apartamento tan espantoso que encontramos a última hora en Segunda Mano cuando Segunda Mano era un periodiquito con unos anuncios de letras diminutas.
La primera noche que llegamos tú te enrollaste con el hippie ese que vendía pulseras y yo con el alemán que resultó que tenía novia y que apareció en plan sorpresa cuando la teníamos armada en su apartamento. ¿Cómo se llamaba? ¿Alex? Sí, Alex. Tenía un tatuaje espantoso de unas letras chinas en la espalda, casi hasta el culo, y yo le tomé el pelo diciendo que sabía el significado y que era “bienvenido al templo del cielo.”
Me pregunto por qué me has enviado esa foto justo ahora. Salimos algo desvaídas, no se nos ve bien la cara, luciendo tipazo y partidas de la risa.  Una foto de tantas, pero de tantas que ahora no son más que parte de un pasado que de tan feliz hace más triste aún el presente.
Me come la rutina, Natalia. Vivo una vida de madrugones, de escuchar los gritos de mi madre enferma, de trabajar en la  tienda alimentación de siempre, con la diferencia de que cada vez entra menos gente. Cada vez que echo el cierre siento cierto alivio porque sé que tiene una fecha de caducidad cada vez más que cercana.
Hoy precisamente ha venido una chica a preguntarme si me interesaba vender el local. Tendría nos veinte años y no parecía que estuviese loca. Me ha dado su tarjeta. Es de una inmobiliaria que se llama Toro. El logotipo es un Mihura con una luna de fondo, así que cuando se ha ido me he sorprendido cantando “Ese toro enamorado de la luna” mientras pasaba la bayeta entre las estanterías. Vaya chorrada de canción, pero cada vez que sonaba aquel verano hacíamos nuestra “coreografía torera.” ¿La recuerdas?
Y luego llego a casa y al abrir el correo me encuentro con un mensaje tuyo, después de tantos años, diciendo que te has puesto a sacar las fotos viejas del altillo y que te has acordado de aquel verano en Vera y me ha pillado tan de sorpresa que casi me he enfadado, pero luego me he puesto a llorar sin parar.
Y cuando me he calmado un poco he hecho dos llamadas: una a la chica de la tarjeta que me ha hecho una oferta con la que saldaría mis deudas y podría meter a alguien que me ayudara en casa, al menos durante unos meses. La otra a un anuncio del Segunda Mano, esta vez de Internet, para reservar un apartamento en Vera.
Te parecerá una locura pero ¿y si regresamos juntas? Sé que para ti no es fácil, que tendrías que organizar a Manolo y a los niños, que hace por lo menos tres años que no nos tomamos un café juntas y que te estoy planteando irnos de vacaciones 4, 5 días, dos semanas si quisieras… 
Yo iré de todas maneras y, quién sabe, tal vez salga una noche loca y conozca a algún alemán cincuentón o tal vez simplemente me de unos paseos de órdago de día y completamente sobria.
En cualquier caso, si no vienes te escribiré y te enviaré una foto y te daré las gracias por recordarme aquel verano y a aquella Marina que fui y que quiero volver a ser, aunque solo sea durante un par de semanas, aunque tengo el presentimiento de que será por mucho, mucho más  tiempo.
Piénsalo y dime si te animas.
Hasta cuando tú quieras, tu amiga, siempre,

 Marinag

No hay comentarios: