AY VERA , VERANO, VERA
Hola Natalia:
La verdad es que la foto que has mandado me ha traído muchos
recuerdos. Más aún de los que sabía que tenía.
Aquel verano que pasamos juntas en Vera, desayunado mojitos
y cenando cola caos, con el cuerpo quemado y la boca siempre seca por la
resaca. Y ese apartamento tan espantoso que encontramos a última hora en
Segunda Mano cuando Segunda Mano era un periodiquito con unos anuncios de
letras diminutas.
La primera noche que llegamos tú te enrollaste con el hippie
ese que vendía pulseras y yo con el alemán que resultó que tenía novia y que
apareció en plan sorpresa cuando la teníamos armada en su apartamento. ¿Cómo se
llamaba? ¿Alex? Sí, Alex. Tenía un tatuaje espantoso de unas letras chinas en
la espalda, casi hasta el culo, y yo le tomé el pelo diciendo que sabía el
significado y que era “bienvenido al templo del cielo.”
Me pregunto por qué me has enviado esa foto justo ahora.
Salimos algo desvaídas, no se nos ve bien la cara, luciendo tipazo y partidas
de la risa. Una foto de tantas, pero de
tantas que ahora no son más que parte de un pasado que de tan feliz hace más
triste aún el presente.
Me come la rutina, Natalia. Vivo una vida de madrugones, de
escuchar los gritos de mi madre enferma, de trabajar en la tienda alimentación de siempre, con la
diferencia de que cada vez entra menos gente. Cada vez que echo el cierre
siento cierto alivio porque sé que tiene una fecha de caducidad cada vez más
que cercana.
Hoy precisamente ha venido una chica a preguntarme si me
interesaba vender el local. Tendría nos veinte años y no parecía que estuviese
loca. Me ha dado su tarjeta. Es de una inmobiliaria que se llama Toro. El
logotipo es un Mihura con una luna de fondo, así que cuando se ha ido me he
sorprendido cantando “Ese toro enamorado de la luna” mientras pasaba la bayeta
entre las estanterías. Vaya chorrada de canción, pero cada vez que sonaba aquel
verano hacíamos nuestra “coreografía torera.” ¿La recuerdas?
Y luego llego a casa y al abrir el correo me encuentro con
un mensaje tuyo, después de tantos años, diciendo que te has puesto a sacar las
fotos viejas del altillo y que te has acordado de aquel verano en Vera y me ha
pillado tan de sorpresa que casi me he enfadado, pero luego me he puesto a
llorar sin parar.
Y cuando me he calmado un poco he hecho dos llamadas: una a
la chica de la tarjeta que me ha hecho una oferta con la que saldaría mis
deudas y podría meter a alguien que me ayudara en casa, al menos durante unos
meses. La otra a un anuncio del Segunda Mano, esta vez de Internet, para
reservar un apartamento en Vera.
Te parecerá una locura pero ¿y si regresamos juntas? Sé que
para ti no es fácil, que tendrías que organizar a Manolo y a los niños, que
hace por lo menos tres años que no nos tomamos un café juntas y que te estoy
planteando irnos de vacaciones 4, 5 días, dos semanas si quisieras…
Yo iré de todas maneras y, quién sabe, tal vez salga una
noche loca y conozca a algún alemán cincuentón o tal vez simplemente me de unos
paseos de órdago de día y completamente sobria.
En cualquier caso, si no vienes te escribiré y te enviaré
una foto y te daré las gracias por recordarme aquel verano y a aquella Marina
que fui y que quiero volver a ser, aunque solo sea durante un par de semanas,
aunque tengo el presentimiento de que será por mucho, mucho más tiempo.
Piénsalo y dime si te animas.
Hasta cuando tú quieras, tu amiga, siempre,
Marinag
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