lunes, 29 de diciembre de 2008

PREMIO 2º CONCURSO RELATO "ANTINAVIDAD"

Tras una reñida votación en la que hubo que desempatar mediante papeletas, Javier Oñoro ganó el concurso de Relatos "Antinavidad" con "Canción Final de Navidad".

Tras la entrega del premio y la bendición apostólica que recibió en un oscuro rincón de la sala, con el claramente vano empeño de salvar su alma, el laureado autor nos deleitó con unas escuetas palabras un poco embarulladas por la emoción del momento y la ingesta alcohólica a la que se había sometido.


Terminamos la reunión entonando cánticos regionales y ensalzando la amistad entre los pueblos y tierras de España....


La sección mas alcoholizada del Club ( la otra se retiró a sus aposentos ...) decidió terminar la noche libando algunos mojitos, caipirinhas y caipiroskas en un garito próximo a la plaza del 2 de Mayo, donde la madrugada nos sorprendió mas bien poco.


Y con esto concluyó este sencillo pero a la par emotivo acto.


Así concluimos este antirelato de la antinavidad y manifestamos que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia .... ó no !!!!!.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

CANCION FINAL DE NAVIDAD

-¡Hola John! ¿Al fin terminó la Navidad?
-Creo que sí, porque mi cabeza no da vueltas y el bordillo de la acera está recto.
-El alcalde debería haberte regalado un cepillo nuevo, tiene más agujeros que raíces; te va a llevar toda la mañana barrer este trozo de calle.
-No tengo prisa en ir a ninguna parte. Mira ese desgraciado que pasa tampoco tiene prisa en llegar a su última morada.
-Debe ser el viejo Scrooge, me dijeron que murió ayer.
-Lo llevan en el carro de beneficencia. ¿No era un viejo rico?
-Tú lo has dicho, lo era. Se volvió loco el día antes de Navidad. Decía que el viejo Marley, su difunto socio, había venido de la tumba a buscarlo y a decirle que debía reparar todo el mal que había hecho. Se dedicó a regalar el dinero a todo el mundo. Dicen que su empleado se ha embolsado un buen pellizco, y que a su sobrino no le faltarán tragos que llevarse a la boca. A todos los que pasaban por la tienda pidiendo algo les regalaba una guinea. Al final llegó el sobrino y se lo llevó a su casa para evitar que se esfumara todo el patrimonio.
-Y yo que no pasé a felicitarle porque siempre me echaba con insultos y amenazas. Era el más tacaño del barrio. Siempre pensé que tendría un entierro magnífico.
-No lo tenía pagado, y su sobrino no ha querido hacerse cargo del mismo. Dicen que una vez trincada la pasta, el mismo día de Navidad, lo llevó a su casa delirando. Los vecinos comentaron que se pasó la noche gritando porque le perseguían los fantasmas de sus pecados. Lo encontraron muerto en el suelo de su casa con el rostro desencajado el día después de Navidad.
-El empleado que le hacía de escribiente decían que era hombre muy honrado y fiel. No ha costeado el entierro con el dinero que sacó al viejo.
-Según dice no le dejó nada. Y no sin razón ha dicho que esta responsabilidad es cosa de los familiares, pero parece que tanto a él como al sobrino les ha dado vergüenza que los vean siguiendo al coche municipal y han dejado solo al viejo en su último viaje.
-El viejo Marley tuvo más suerte, Scrooge le pagó un entierro de tercera y le acompañó al cementerio.
-Está claro que Scrooge vivió como murió, sin gastar un penique innecesario y apartado del resto de los seres humanos. El día de Navidad parecía haberle iluminado pero en realidad le arrojó a las sombras de sus más oscuros temores.

RELATO ANTINAVIDAD 2008


Tras un conveniente plazo de espera, ya se han publicado todos los relatos recibidos hasta las 12:00 de hoy 10 de Diciembre.


- Se procede a la fase de votación que durará hasta el 12 de Diciembre a las 18:00.


- Se debe votar a 3 relatos (no vale 1 o 2).


- El ganador de la votación se proclamará en la cena a celebrar en la noche del 12 de Diciembre.


Muchas gracias a todos por vuestra colaboración !!!!!!!!!!.

LA PLAYA

Las gotas de sudor le caían gruesas por la espalda. Por las sienes. Por la frente. Por todo su cuerpo. Calor húmedo e intenso a tan solo una hora del amanecer. Las ruedas del carro que empujaba se enganchaban una y otra vez por aquella calle llena de baches y de trazo irregular; para Diego aquello era tan habitual que apenas percibía los movimientos casi automáticos con los que iba recolocando el carro sobre el suelo en su camino hacia la playa.

Vivía a unos dos kilómetros de la playa, entre varios edificios altísimos, con jardín, garaje, zona de recreo y portero en las puertas y a espaldas del Shopping Center, el mayor centro comercial de América Latina, como rezaba el eslogan que cubría toda su fachada. Su casa, sin embargo, como las otras veinte que se apiñaban al borde del riachuelo que corría paralelo a la calle hasta el mar, tenía el techo de uralita, el piso de tierra y una única habitación en la que se comía, se dormía y se pasaba calor. Los grandes coches de cristales oscuros que salían de aquellos garajes daban un rodeo con tal de no pasar por delante de aquellas casas donde la pobreza y la miseria eran sinónimo de violencia y de peligro.

Cuando llegó a la playa el sol era intenso y abrasador y Diego sentía la camiseta pegada a su piel. Otros habituales de la playa en aquellas horas tempranas se afanaban ya partiendo los cocos y las piñas que después venderían voceando desde sus carritos por toda la playa. Diego comenzó a descargar las sillas, aquellas sillitas plegables de telas de rayas ajadas y descoloridas, que cada día coloca en parejas debajo de unas sombrillas de color indefinido. Su espacio queda delimitado por un puesto de bebidas y un grupo de palmeras. Después de una media hora todas sus sillas lucen en una perfecta geometría frente al mar y Diego se dirige, sudando, a beber algo antes de que comiencen a llegar los primeros bañistas. Pedro le saluda con un Feliz Navidad mientras le da un coco helado. Diego entonces recuerda que es Navidad y sonríe mientras bebe ávido los primeros sorbos deliciosos. Un coco frío y helado. El único regalo que Diego, de 14 años, tendrá el 25 de diciembre. En el fondo piensa, otro día más, con la misma rutina de todos los días húmedos y pegajosos en aquella playa infinita. Playa de palmeras, símbolo del paraíso tal vez para todos aquellos turistas blancuchos que se bañan mientras disfrutan de sus navidades diferentes.

LITTLE DREAM

Sere corría detrás de las niñas mayores porque quería sencillamente jugar con ellas pero ni la hacían caso ni se percataban de que Sere las admiraba.

Quizás por eso Sere se acomodó a la eterna situación de jugar sola en el patio, en el colegio, en casa donde era la única chica orgullo de su padre.

Pasaba mucho tiempo sola mientras los demás trabajaban, y sin control de ningún tipo visitaba todos los días los canales internacionales, desde Tegucigalpa hasta Samoa. El mundo le parecía grande e inmenso como el mar que nunca había visto y que quizás nunca vería.

Un día de esos que jugaba sola se lo encontró y lo convirtió en su amuleto, le gustaba porque era pequeñito y le recordaba a los bebes que veía en la tele. Jugaba a que era su hijito y lo llevaba debajo de su ropa para que los demás no supieran que existía. Viendo los canales del otro lado del mundo, supo su nombre y que un día terminado en cinco era su cumpleaños y se alegró mucho por su muñeco.

Todavía se emociono más aun si cabe, cuando supo que en muchos más sitios del mundo celebraban su cumpleaños y ella quiso hacerle por su cumpleaños un pastel especial.
Sere nunca mas hizo pasteles ni ayudó mucho en las tareas de la casa. Apenas después de aquello sirvió para nada según su familia.

Ella nunca entendió porque su padre hinchado de ira y de odio, la pegó brutalmente el día del cumpleaños de su hijito, porque la agarró y le cortó la mano para que aprendiera segun: suerte tienes que solo ha sido la izquierda.

Ella sangraba , su hijito temblaba bajo las ropas, nunca lo encontraron.

Ahora Sere vive con su niñito lejos del sitio que la vio nacer, sin mucha historia que contar sobre su vida. Celebra con sus amigas, las limpiadoras de la fábrica, el cumpleaños de su hijito. El resto del año, solo siente que se le resiente el muñón y que odia el mundo grande e inmenso que ella no puede alcanzar.

martes, 9 de diciembre de 2008

LA TRADICION

Detesto esa celebración recurrente que es el nacimiento de Jesús. Odio ese fervor grotesco y absurdo que agita a mis congéneres en esta época del año, marcado por una locura consumista e incomprensible que empieza un mes antes y continúa con las rebajas de enero.

Aborrezco el mofletudo y grotesco personaje de Papá Noel, sobre el que me gustaría recordar que nunca existió y cuya figura, día tras día en estas fechas, se cuela por todas las rendijas de nuestra vida mostrándose machaconamente en la televisión, en las tiendas, en las vallas publicitarias e incluso en Internet.

Nunca logrará nadie convencerme de que estos días están consagrados, por tradición, a la generosidad, al amor al prójimo y a los festejos, condenando a todo el mundo a llevarse tan bien.

Para mí, las Navidades son fechas para el recuerdo. A diferencia de otras familias, en mi casa nunca hubo un árbol de navidad con luces, bolas y espumillón, ni un pequeño nacimiento con sus figuritas de barro, Tampoco había cena especial en Nochebuena. No era la tradición. La tradición era que mi padre se emborrachara como tantas otras noches y acabara insultando y pegando a mi madre. Hasta aquella noche del 24 de diciembre en la que le pegó tanto, tanto, que ya no pudo volver a pegarle más. Me contaron que Jesús se la había llevado a un lugar donde sería muy feliz y no sufriría más...

Sabréis disculpar si no os deseo a todos una feliz navidad.

EL TRABAJO

Siempre quise saber que sentían los que sienten, que piensan los que piensan y que cosas hacen los que hacen cosas.

Mi trabajo siempre ha estado bien remunerado y con poca competencia en candidatos pero esta vez, aún sin sentir, sin pensar y con poco que hacer porque bien es verdad que la jornada laboral en mi caso resulta breve, han decidido complicarme la noche del 24 de diciembre.

El caso que cuento es breve, sólo debía esperar que la familia Llorente llegara a casa de los Segarra para su opípara cena navideña del 24. Yo en cambio, me quedaba sin cenar y sin compañía. Sólo, en una habitación de un piso en el edificio de enfrente que estaba frio y húmedo. Esperé mirando detrás de las cortinas y después de tres cuartos de hora les vi llegar. Eduardito con un pito en la boca y Gerardo con una zambomba. La Sra. Llorente con su abultado mutón marrón y el Sr. Llorente con abrigo y bufanda a juego.

Abrí la ventana un poco y cuando le tuve a tiro sonó un petardo.

En fin, que el trabajito había concluido. Otra nochebuena trabajando. Concluyo mi reflexión comentando que ser asesino a sueldo no te lleva demasiadas horas semanales pero puede que te toque trabajar algún que otro festivo.

Me vuelvo a casa sin ganas de cenar, sin sentir, sin pensar y de nuevo sin nada más que hacer.

ACCION EJECUTIVA

Me paré abruptamente y contuve el aliento mientras ponía toda mi atención en escuchar los sutiles sonidos que rebotaban en las paredes y producían por reverberación ecos extraños y malignos. Avancé lentamente dejando a mi izquierda la pared y al otro lado una tenebrosa oscuridad, preñada de sombras informes y corrientes heladas que movían los visillos como si de formas vivientes se tratara.

Mis pasos hacían crujir la madera y los dientes se apretaban unos contra otros, rechinando en un esfuerzo por controlar los nervios tensos como el acero. Me adelanté unos metros y llegue ante una puerta abierta. Con infinito cuidado y asomando sólo unos milímetros miré dentro de la estancia, que se reveló solitaria y polvorienta.

Suspiré profundamente, y tras tomar fuerza continué con mi sigiloso camino a lo largo del pasillo, tratando de fundirme con la pared y avanzando tan silenciosamente como una pluma deslizándose por un camisón de raso.

Repentinamente, sentí un tirón en el borde de la falda y me quedé completamente inmóvil mientras el corazón pugnaba por salirse de mi pecho. Volví la cabeza lentamente y vi que un clavo saliente de la pared había enganchado el dobladillo de la prenda. Un estremecimiento de alivio corrió a lo largo de mi cuerpo, y mientras cerraba los ojos traté de recuperar el autocontrol que por un momento había perdido.

Sujeté con más fuerza el pesado objeto de madera y metal que llevaba en las manos y comprobé con horror que todo mi cuerpo estaba cubierto de una película de sudor, pegajosa de polvo y con un cierto olorcillo rancio.

Tienes que conservar la calma, tienes que conservar la calma ….. susurré varias veces como si de un “mantra” se tratara. Deslicé la mano a lo largo de la pared y solté el pedazo de tejido atrapado en el metálico saliente.

Continué con todo el aplomo que me quedaba y me acerque donde un rayo de luz lunar proyectado a través del hueco de una puerta abierta, mostraba sombras en movimiento y una serie de ruidos chirriantes que sólo pude describir como de arrastre y desgarramiento.

Mi avance se ralentizó aún más. Acerqué mi cara al marco de la puerta y con una lentitud infinita miré dentro de la estancia. Divisé una forma rotunda moviéndose cerca de la chimenea y otras con extrañas angulosidades capilares agitándose nerviosamente en diferentes direcciones.

Tras una profunda inspiración, arrastré mi arma por el piso y tumbada tras la puerta apunté cuidadosamente a las formas móviles. Mientras la cruz de la mira se situaba sobre una de las cabezas, sentí como el sudor brotaba profusamente de mi frente y formando un riachuelo sobre las cejas se precipitaba sobre los ojos bloqueando momentáneamente la visión. Aparté las gotas con un movimiento nervioso, y volví a centrar mi vista sobre la mira telescópica.

Los acontecimientos se sucedieron con una aceleración demoníaca. En rápida sucesión lancé una granizada de proyectiles sobre los bultos, que lanzaron agónicos gemidos entre nubes de humo de pólvora quemada. Golpes de caída, muebles desplazados y blasfemias e imprecaciones llenaron la estancia durante unos segundos de completa confusión.

Esperé un par de minutos a que se aclarara el humo, y tras comprobar que nada se movía entré decidida en la habitación.

En la parte más cercana a la ventana, unos bultos palpitantes yacían amontonados unos sobre otros desprendiendo una densa humareda desde su pelo ennegrecido por la pólvora.

Me acerqué a la chimenea donde una forma grande y colorida se encontraba tendida boca abajo. Con el cañón de mi arma empujé el bulto y lo puse boca arriba. Una espesa y larga barba blanca parcialmente enrojecida de sangre se deslizó a lo largo de su vestimenta.

Una intensa descarga de adrenalina fluyó por mis venas y electrizó todo mi cuerpo….

¡¡¡¡ MALDITO PAPA NOEL, YA NO VOLVERAS A LLEVARTE LOS JUGUETES DE MIS NIÑOS ¡!!!!!!!!

FE-CUNDACION

La anunciación llegó en forma de “Predictor”. Quité el capuchón del ala, seguí las instrucciones de uso y recé en vano mientras iba apareciendo el temido color rosáceo. Hice cuentas una vez más hacia atrás, y luego 40 semanas hacía delante… 25 de diciembre. Ya es casualidad.

El móvil me sacó de mi ensimismamiento en forma de vibración. Vaya momento. Me coloqué la sonrisa y descolgué. No en vano era toda una experta en fingir cuando de José se trataba. ¡Y pensar en la cantidad de fantasías que habían despertado en mí aquellas manos de ebanista!

¡La virgen! ¿Qué iba a hacer ahora? La sonrisa ¡La sonrisa! Mis respuestas automáticas obtuvieron la tregua deseada. Sí, me siento mejor, gracias-acerté a decir…-te quiero. Hasta luego.

Intenté entonces contactar con Teo. Dios, ¿dónde te has metido?, ¿por qué no contestas? Mejor no contar con él. El señor Importante siempre está demasiado ocupado. Está claro que estoy sola en esto. Sola con un bebé. ¿Y José? Es tan buena persona, tan inocente. Un santo en vida, solía decir mi madre. Él sí que sería un buen padre, de poder serlo. Nunca habíamos pasado de las manos, de los besos, de las caricias… y lo que era peor, su veneración por Teo era aun más fuerte que la mía.

Milagrosamente, llegamos los tres a un consenso tejido de mentiras e intrigas. A José le conté una película sobre la fecundación in-vitro que aceptó con fe ciega. Teo me animó como nadie a que siguiera con su amigo y me gustaría decir que desapareció, aunque sé que de algún modo estará con nosotros siempre. No en vano el niño es su vivo retrato.

En cuanto al bebé, José y yo nos pasamos las horas mirándolo con devoción. Tenerle ahí si que tiene sentido. Jesús ha nacido para iluminarlo todo.

EL ENCUENTRO

La mañana era fría. Sabía que arriesgaba mucho pero no podía esperar mas. Cogíó el tren. La distancia de treinta kilómetros desde Madrid sería más llevadera así, pensó. El camino se le hizo realmente corto. Eran tantos y tantos los mensajes recibidos. Anhelaba comprobar sí la suavidad y blancura que adivinaba eran realmente ciertas.

Una y otra vez volvían las imágenes a su cabeza. Toda la felicidad del mundo le esperaba allí. El tren estaba casi vació. Bajo la ventanilla para que el aire fresco de la Sierra entrará. Su pulso golpeaba la sien por el nerviosismo. Podían verle en cualquier momento y arriesgaba mucho. Sintió una caricia helada que le alivió momentáneamente, al tiempo que el tren se detenía. Había llegado.

Miro impaciente por la ventanilla. No estaba allí. Bajo y recorríó impaciente el anden pero allí no estaba. Nervioso entro en la pequeña estación y rápidamente se dirigió a la puerta principal.

Es allí, fuera y en la misma escalera donde le esperaba.

Se acercó despacio. La tocó. Entre sus manos, sentía como sí se derritiese al apretarla fuertemente. No podía imaginar tanta ternura ni nada de lo que conocía antes se parecia a aquello. Cerro los ojos. Y penso en todo lo que había pasado hasta ese momento.

Oyó una voz a su espalda:

- Buenos días. Incorporese por favor. ¿Su documentación?

Se giró. Un policia vestido de azul le miraba entre extrañado y desafiante.

Se puso de pie.Sabía lo que suponía esa frase.
Siguió apretando la nieve en su mano más negra que nunca.
Los controles son mayores en los sitios pequeños y no tenía trabajo ni papeles.

No pudo evitar buscarla. No se resistía a no regalarse al menos el tacto de la misma nieve de la que todos disfrutan en la Navidad, sobre la que al parecer viajan obsequios en trineos que luego adornan árboles llenos de guirnaldas de colores.

Miró fijamente la calle cubierta de nieve blanquísima, tratando de retenerla en su memoria y comenzó a andar despacio tras el ufano policía.

UNA NAVIDAD CUALQUIERA

“¡Queridos Reyes Magos!”. Así era como empezaba las cartas cuando era niña ¿verdad? Creo que después de 30 años no está mal que os comunique el porqué de mi silencio; nunca volví a escribir para explicároslo.

Se acababa de estrenar un nuevo año y todo empezó, ¿o debería decir?, todo acabó con la visión de aquella intrusa sobre mi cama.

Mis padres no entendían cómo una niña que casi nunca lloraba lo hiciera en ese momento de aquel modo; ¡qué simples se creen los algunas veces los padres que son los niños! Sus caras de incomprensión y culpabilidad también me herían,

- ¿Es que no te gusta? Pero si anda, como la que tú pediste; la otra era muy cara.

Pero la otra andaba sola, tenía un muñeco más pequeño entre los brazos, y además, se llamaba Marta.

Esto fue el principio de otras muchas cosas que pasarían por mi cabeza en aquellos momentos.

El día anterior a vuestra no llegada, un día frío de invierno, defendí mi ilusión, y la que suponía la verdad de mis padres, ante la insistencia de mi amiga por convencerme de lo que ella ya sabía.

Ya nunca volvería a acostarme la víspera intentando imaginar por dónde entrabais y durmiéndome convencida de que era inverosímil que eso ocurriera.

Aquel llanto era todo un símbolo.

Me diréis que todo esto está muy bien, pero ¿no voy a pediros nada?, pues no. No penséis que me faltan deseos ¡qué va! Pero lo que quiero para mí, soy yo la que tengo que poner los medios para conseguirlo y lo que deseo para el mundo, eso ya es más complicado, solo los que vivimos en este momento tenemos posibilidad de alguna influencia.

Y con todo el respeto que tengo al pasado, a la Historia, a la que vosotros también pertenecéis, me despido deseando que vuestra idea haga feliz a muchos niños; y que el descubrimiento de la verdad, en ese como en otros momentos de sus vidas, no sea para nada, doloroso.

martes, 2 de diciembre de 2008

Concurso Relatos "ANTINAVIDAD"


Se convoca el 1er concurso de relatos sobre la "Antinavidad" del Club del Libro.

Se trata de escribir una narración original e inédita con las siguientes características:
  1. - Tema "La Antinavidad". ( Lo contrario a la Navidad tradicional, el lado oscuro de la Navidad).
  2. - Extensión máxima de 500 palabras.
  3. - Envio de originales a más tardar el dia 9 de Diciembre a las 20:00, a la dirección de correo electrónico: fernando.manzano@ubs.com
  4. - Se publicarán el el Blog del Club del Libro el dia 10 de Diciembre.
  5. - Se podrá votar hasta el dia 12 de Diciembre a las 14:00.
  6. - Se emitirán tres votos por persona de manera obligatoria ( no se admite votar sólo 1 ó 2 de las narraciones).
  7. - El resultado se dará en el cena del dia 12 de Diciembre a las 21:30, que tendrá lugar en el Restaurante "La Fondue de Tell" C\ Divino Pastor, 12.(Cerca del Café Ruíz).
Animaros a concursar....... ¡¡¡¡ El Club del Libro os necesita !!!!!!!

PROXIMA REUNION: 19 de Enero: "GROUCHO Y YO"

Nos vemos en 2009, el 19 de enero y el día 12 de diciembre para cerrar el año,nos veremos en una cena suiza, en esa especie de refugio alpino con fondue de queso cerca de nuestro centro de tertulias.