martes, 9 de diciembre de 2008

LA TRADICION

Detesto esa celebración recurrente que es el nacimiento de Jesús. Odio ese fervor grotesco y absurdo que agita a mis congéneres en esta época del año, marcado por una locura consumista e incomprensible que empieza un mes antes y continúa con las rebajas de enero.

Aborrezco el mofletudo y grotesco personaje de Papá Noel, sobre el que me gustaría recordar que nunca existió y cuya figura, día tras día en estas fechas, se cuela por todas las rendijas de nuestra vida mostrándose machaconamente en la televisión, en las tiendas, en las vallas publicitarias e incluso en Internet.

Nunca logrará nadie convencerme de que estos días están consagrados, por tradición, a la generosidad, al amor al prójimo y a los festejos, condenando a todo el mundo a llevarse tan bien.

Para mí, las Navidades son fechas para el recuerdo. A diferencia de otras familias, en mi casa nunca hubo un árbol de navidad con luces, bolas y espumillón, ni un pequeño nacimiento con sus figuritas de barro, Tampoco había cena especial en Nochebuena. No era la tradición. La tradición era que mi padre se emborrachara como tantas otras noches y acabara insultando y pegando a mi madre. Hasta aquella noche del 24 de diciembre en la que le pegó tanto, tanto, que ya no pudo volver a pegarle más. Me contaron que Jesús se la había llevado a un lugar donde sería muy feliz y no sufriría más...

Sabréis disculpar si no os deseo a todos una feliz navidad.

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