martes, 9 de diciembre de 2008

FE-CUNDACION

La anunciación llegó en forma de “Predictor”. Quité el capuchón del ala, seguí las instrucciones de uso y recé en vano mientras iba apareciendo el temido color rosáceo. Hice cuentas una vez más hacia atrás, y luego 40 semanas hacía delante… 25 de diciembre. Ya es casualidad.

El móvil me sacó de mi ensimismamiento en forma de vibración. Vaya momento. Me coloqué la sonrisa y descolgué. No en vano era toda una experta en fingir cuando de José se trataba. ¡Y pensar en la cantidad de fantasías que habían despertado en mí aquellas manos de ebanista!

¡La virgen! ¿Qué iba a hacer ahora? La sonrisa ¡La sonrisa! Mis respuestas automáticas obtuvieron la tregua deseada. Sí, me siento mejor, gracias-acerté a decir…-te quiero. Hasta luego.

Intenté entonces contactar con Teo. Dios, ¿dónde te has metido?, ¿por qué no contestas? Mejor no contar con él. El señor Importante siempre está demasiado ocupado. Está claro que estoy sola en esto. Sola con un bebé. ¿Y José? Es tan buena persona, tan inocente. Un santo en vida, solía decir mi madre. Él sí que sería un buen padre, de poder serlo. Nunca habíamos pasado de las manos, de los besos, de las caricias… y lo que era peor, su veneración por Teo era aun más fuerte que la mía.

Milagrosamente, llegamos los tres a un consenso tejido de mentiras e intrigas. A José le conté una película sobre la fecundación in-vitro que aceptó con fe ciega. Teo me animó como nadie a que siguiera con su amigo y me gustaría decir que desapareció, aunque sé que de algún modo estará con nosotros siempre. No en vano el niño es su vivo retrato.

En cuanto al bebé, José y yo nos pasamos las horas mirándolo con devoción. Tenerle ahí si que tiene sentido. Jesús ha nacido para iluminarlo todo.

No hay comentarios: