martes, 9 de diciembre de 2008

EL ENCUENTRO

La mañana era fría. Sabía que arriesgaba mucho pero no podía esperar mas. Cogíó el tren. La distancia de treinta kilómetros desde Madrid sería más llevadera así, pensó. El camino se le hizo realmente corto. Eran tantos y tantos los mensajes recibidos. Anhelaba comprobar sí la suavidad y blancura que adivinaba eran realmente ciertas.

Una y otra vez volvían las imágenes a su cabeza. Toda la felicidad del mundo le esperaba allí. El tren estaba casi vació. Bajo la ventanilla para que el aire fresco de la Sierra entrará. Su pulso golpeaba la sien por el nerviosismo. Podían verle en cualquier momento y arriesgaba mucho. Sintió una caricia helada que le alivió momentáneamente, al tiempo que el tren se detenía. Había llegado.

Miro impaciente por la ventanilla. No estaba allí. Bajo y recorríó impaciente el anden pero allí no estaba. Nervioso entro en la pequeña estación y rápidamente se dirigió a la puerta principal.

Es allí, fuera y en la misma escalera donde le esperaba.

Se acercó despacio. La tocó. Entre sus manos, sentía como sí se derritiese al apretarla fuertemente. No podía imaginar tanta ternura ni nada de lo que conocía antes se parecia a aquello. Cerro los ojos. Y penso en todo lo que había pasado hasta ese momento.

Oyó una voz a su espalda:

- Buenos días. Incorporese por favor. ¿Su documentación?

Se giró. Un policia vestido de azul le miraba entre extrañado y desafiante.

Se puso de pie.Sabía lo que suponía esa frase.
Siguió apretando la nieve en su mano más negra que nunca.
Los controles son mayores en los sitios pequeños y no tenía trabajo ni papeles.

No pudo evitar buscarla. No se resistía a no regalarse al menos el tacto de la misma nieve de la que todos disfrutan en la Navidad, sobre la que al parecer viajan obsequios en trineos que luego adornan árboles llenos de guirnaldas de colores.

Miró fijamente la calle cubierta de nieve blanquísima, tratando de retenerla en su memoria y comenzó a andar despacio tras el ufano policía.

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