martes, 9 de diciembre de 2008

UNA NAVIDAD CUALQUIERA

“¡Queridos Reyes Magos!”. Así era como empezaba las cartas cuando era niña ¿verdad? Creo que después de 30 años no está mal que os comunique el porqué de mi silencio; nunca volví a escribir para explicároslo.

Se acababa de estrenar un nuevo año y todo empezó, ¿o debería decir?, todo acabó con la visión de aquella intrusa sobre mi cama.

Mis padres no entendían cómo una niña que casi nunca lloraba lo hiciera en ese momento de aquel modo; ¡qué simples se creen los algunas veces los padres que son los niños! Sus caras de incomprensión y culpabilidad también me herían,

- ¿Es que no te gusta? Pero si anda, como la que tú pediste; la otra era muy cara.

Pero la otra andaba sola, tenía un muñeco más pequeño entre los brazos, y además, se llamaba Marta.

Esto fue el principio de otras muchas cosas que pasarían por mi cabeza en aquellos momentos.

El día anterior a vuestra no llegada, un día frío de invierno, defendí mi ilusión, y la que suponía la verdad de mis padres, ante la insistencia de mi amiga por convencerme de lo que ella ya sabía.

Ya nunca volvería a acostarme la víspera intentando imaginar por dónde entrabais y durmiéndome convencida de que era inverosímil que eso ocurriera.

Aquel llanto era todo un símbolo.

Me diréis que todo esto está muy bien, pero ¿no voy a pediros nada?, pues no. No penséis que me faltan deseos ¡qué va! Pero lo que quiero para mí, soy yo la que tengo que poner los medios para conseguirlo y lo que deseo para el mundo, eso ya es más complicado, solo los que vivimos en este momento tenemos posibilidad de alguna influencia.

Y con todo el respeto que tengo al pasado, a la Historia, a la que vosotros también pertenecéis, me despido deseando que vuestra idea haga feliz a muchos niños; y que el descubrimiento de la verdad, en ese como en otros momentos de sus vidas, no sea para nada, doloroso.

No hay comentarios: