sábado, 12 de diciembre de 2009

XIAO-MEI

Xiao-Mei miraba embelesada como las piedras rebotaban en la imagen de la luna en el estanque, y yo me sentía el chico más importante del universo. Lanzaba un cántaro tras otro con la esperanza de que, cuanto más lejos llegara, más se alargaría ese momento… hasta que me di cuenta que la pequeña Mei se estremecía de frío. Guardé una de las piedras, y le ayudé a ponerse mi chaqueta. Temblaba aún más al tenerme tan cerca. Aún la recuerdo perdida entre los dobleces de mi americana raída. Supongo que tendría que haberla besado. Simplemente me senté a su lado en la orilla, tratando de pescar con un palo las hojas de sauce caídas que anunciaban el otoño y la partida de Xiao-Mei. Ese fue el último verano que vino a nuestra aldea, pero aún conservo, veinte años después, una de aquellas piedras con las que pude alcanzar la luna.

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