sábado, 12 de diciembre de 2009

ONSEN

Como cada miércoles, después de cenar visito el Onsen en la falda del Monte Fuji.
Para no ensuciar el bien comunitario del agua, enjabono y aclaro cuidadosamente mi cuerpo y cabello sentada en la banqueta de madera de la sala de duchas mientras contemplo mi rostro en el espejo. Continúo mi homenaje semanal en la piscina cuadrada de madera con agua casi hirviendo, que abandono para entrar en uno de los estanques exteriores de piedra con agua termales a diferentes temperaturas: gélida, tibia, muy caliente, ardiendo.
Siento el contraste entre el agua tibia en que está sumergido mi cuerpo desnudo y la brisa fresca de esta noche de principios de otoño que acaricia mi cara. Las hojas de los cerezos empiezan a caer.
Cambio de un estanque a otro, siento cómo todo mi ser se relaja. Los sonidos nocturnos de la naturaleza me envuelven. Pierdo la noción del tiempo.

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