lunes, 15 de septiembre de 2008

Obsesión

Todas las mañanas nos cruzábamos en el ascensor a las 8:30 cuando íbamos a trabajar. Apenas nos dirigíamos la palabra pero yo te imaginaba desnuda y te follaba en mi mente varias veces en aquel corto trayecto de ascensor.

Entonces llegó el verano y mis sueños empezaron a hacerse realidad aquella noche en que en un descuido saliste desnuda la tendedero. Yo estaba fregando frente a la ventana y fue tal la emoción que rompí varios platos.

Cada mañana había soñado con tu cuerpo perfecto, pero lo que pude ver mejoraba lo imaginado. Esos pechos redondos y turgentes que pedían a gritos ser acariciados, ese viente liso que terminaba en una suave alfombre de terciopelo negro y esas piernas bien torneadas eran las formas de la mujer perfecta que yo siempre había deseado.

Era tal mi obsesión por ti que aquel verano no salí de vacaciones para mantener nuestro encuentro diario en el ascensor e hice instalar un telescopio en la la cocina para verte más y mejor. Me volvía loco cuando te veía follar con aquellos hombres porque pensaba que eras mía y sólo para mí.

Un mañana dejé de verte, tú nombre desapareció del buzón y me dijeron que te habías mudado a otra ciudad. No pude soportar que desaparecieras sin dejar rastro hasta que una mañana coincidí en el ascensor con una chica joven que había alquilado tu piso y la historia comenzó otra vez.

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