martes, 16 de septiembre de 2008

Memoria Dual

En casa. Aún con el aroma de tu piel en mi piel. Aún con el deseo devorándome la memoria y la razón. Aún con ganas de ti.

Te fuiste irradiando más que nunca ese aire sensual que me deja loco. Y ahora, sólo una hora después, aún te siento conmigo. Tu presencia es tan fuerte a mi alrededor que mi cuerpo ni siquiera ha percibido tu ausencia.

Aún siento una ligera inquietud y el calor del deseo cosquilleándome entre las piernas. Siempre me dejas con ganas de más. Sé que sueñas con la humedad caliente que me envuelve cada vez que me excitas y con ese olor penetrante que enloquecido de deseo buscas cada vez que me desnudas.

Te transformo. Tu mirada brilla con una intensidad que jamás se podría sospechar fuera de estas paredes, fuera de mis brazos. Siento como nuestro deseo ultrapasa los límites del tiempo y del espacio. Siento tu respiración jadeante. Con sólo recordarla mi pulso se acelera, mi corazón late más fuerte, mi pene se endurece bajo el roce de mis manos.

Te gusta que te acaricie sobre la ropa. Cierras los ojos y te abandonas al dulce placer de saber lo que viene después. A la placentera sensación de dejar caer tu camisa, de sentir mis manos descendiendo por tu culo, mientras bajo poco a poco tus calzoncillos. Adoras que me excite con tu excitación. Como ahora: solo estos recuerdos me hacen tocarme ligeramente. También sobre la ropa. Como te gusta.

Siento la carne de mi miembro. Duro, erecto. Con el poder desafiante del deseo. Me gusta tocarme y pensar en ti. En tu piel suave y tus jadeos intensos, en tus pezones de almíbar y en tu lengua besándome los míos, descubriéndome ese placer hasta hace poco desconocido. Mis dedos descienden un poco más, hasta la base de los testículos; siento mi mano húmeda repitiendo, con un movimiento casi automático, caricias cada vez más fuertes que me hacen sentir un deseo irrefrenable. El tanga negro sobre tu culo. Tu boca ávida sobre mi piel. Tus pezones en mi boca. Tu lengua derritiéndome dentro de ti.

Apago la luz, cierro los ojos y humedezco mis dedos. Dejo que se deslicen poco a poco entre mis muslos. Te imagino de nuevo conmigo. Sentado delante de mi. Te abrazo por detrás mientras te acaricio el pecho, descendiendo golosa por tu ombligo. Tu respiración se acelera y me sume en esa ascensión desenfrenada que tanto nos gusta compartir.

Tus gemidos. Nada más excitante que tus gemidos. Cada vez más altos. Cada vez más fuertes. Desenfrenados. Osados. Jamás dejarán de sorprenderme. Y nunca dejarán de retroalimentar mi deseo. Me gusta pensar que nos escuchan. Es excitante imaginar que otras personas se masturban oyéndonos... exactamente como me masturbo yo ahora. Cada vez más rápido, cada vez más sorprendido por la energía que me contagias, por el deseo infinito que enraizas en mi.

Mis dedos acarician mi clítoris en una cadencia rítmica. Música táctil. Física maravillosa de mi cuerpo. Maravilla física que me une a ti, multiplicándome en dedos, manos, brazos, pechos, labios y sueños. Jadeo. Jadeo. Jadeo. Cada vez más fuerte.

Siento oleadas de placer. Mi espalda se arquea. Mis labios tiemblan. Mi cuerpo es tuyo gracias a mi recuerdo. Decido parar las caricias de mi mano ensalivada. Inspiro profundamente. Siento escalofríos. La pulsión de la sangre en mi pene. Pienso en ti y en lo que estarás haciendo ahora. Me gusta prolongar la espera. Sentir mis latidos y mi voz temblorosa al intentar hablar. Excitadísimo, decido llamarte. Quiero que me sientas, quiero que intuyas como me dejas. Quiero contagiarte de mi deseo. Quiero que vuelvas.

Me rozo los pezones por encima de la camiseta. Fantaseo con la imagen de tenerte inmóvil, sobre la cama, mientras te enloquezco de placer. Jadeo más fuerte. Me excita oírme sin frenos. Mis dedos se aceleran, mi ritmo se acelera, mi respiración se acelera. Pienso en ti. Cierro los ojos.

De repente, suena el teléfono.

No hay comentarios: