lunes, 15 de septiembre de 2008

Bajo el Sol

Me gusta el ardiente sol dorándome la piel, tamizado por la protección sesenta que equilibra el fuego abrasador transformándolo en cálido placer. Me encantan estos primeros días de junio donde la brisa aún es fresca y agita mi pelo sedoso y suelto. Desearía que el sol pudiera acariciar mis pechos y broncearlos, pero las normas de la urbanización no lo permiten.

Las reglas dictadas por estas matronas tardías de vientres estriados y pechos caídos escondidos detrás de los pareos, que no desean ver como sus maridos babean al ver cimbrear mi cuerpo fresco y turgente en todo su esplendor, haciendo surgir esos deseos que ellas ya no son capaces de suscitar. Y si al menos ellos se atrevieran a algo más que a lanzarme miraditas de reojo mientras remojan sus barrigas cerveceras y sus calvas más que incipientes.

¡Qué asco de vecindario! Allí aparece Fermín, este al menos tiene un tipo aceptable y sus manos fuertes serían capaces de arrastrar la pereza de mis músculos, si los sometiera a un aceitoso y profundo masaje con esa ternura que parece destilar, podría retozar con él sobre la hierva de la piscina hasta aullar de placer bajo la luz de la luna llena... Pero solo tiene ojos para su insignificante mujercita, es monilla y tiene buen tipo, una de esas tontas muditas que tanto le gustan a los hombres.

Allí se mueve una cortina, el que faltaba: Teo, el único soltero de la urbanización, no es feo pero ya debe rondar la cuarentena, si al menos fuera más decidido, ni siquiera se atreve a mirarme a los ojos cuando nos cruzamos. Eso si, soy la preferida del teleobjetivo de su cámara, aunque ya me he cansado de destapar discretamente mis senos para que pueda fotografiarlos y luego se masturbe en la soledad de su cuarto noche tras noche deleitándose y soñando con poseerme, mientras su mamá duerme como una bendita en la habitación contigua.

Pensaba que mis insinuaciones le animarían a un acercamiento, pero ha sido peor desde entonces, creo que sus escasas fuerzas se han disipado totalmente en múltiples, recónditas y solitarias eyaculaciones.

Hoy de nuevo solo me queda el placer del sol, de su abrazo que me posee sin ambages, de su fuerza que inunda con su plenitud todos los poros de mi piel, de sus rayos que me golpean hasta dejarme exhausta, haciéndome vibrar y destilar todo el placer que deseo sentir.

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