martes, 27 de mayo de 2008

El librero de Kabul de Åsne Seierstad




El librero de Kabul
Åsne Seierstad

Agradable tertulia de final de curso en Arroceria Gala. Idas y venidas de camareros, paella valenciana y risoto italiano muy sabrosos. Cena salpicada de reflexiones sobre la intolerancia, el fanatismo del regimen Taliban, de la situacion penosa de paises como Afganistan que parecen condenados a no salir del obstracismo en el que habitan desde hace siglos.
El libro, la historia en sí, a pesar de parecer una puerta abierta al progresismo (como insinua el propio Librero en sus inicios) sucumbe al peso histórico de la tradicion machista y religiosa en la que el cabeza de familia cual dictador, decide el destino de sus hijos e hijas negando toda posibilidad de libre albedrio, dejando por ello una amarga estela de desencanto en todos ellos, en la sociedad y en el propio Afaganistan.
Libro de corte periodistico que da testimonio de lo que pasa, de lo que ocurre lejos de este privado, seguro y sofisticado mundo occidental.
Despues en la Terraza del Hotel de Santa Ana, con la luna lunera mas reluciente que nunca y la musica chill out de fondo, con los tertulianos sentados en los cubitos de diseño, y nuestros papelitos blancos de intercambio cultural, viviamos ajenos a las postales que roba un pobre impresor para vivir. Casi como una secta, como un gheto en el chill out madrileño, decidimos nuestra lectura del verano" Pabellones Lejanos" mientras alguna "garota de Ipanema" de piernas largas y bronceadas se paseaban cerca de nuestro territorio.
Como colofón, la promesa de un algo erótico en nuestro haber , el mini relato con jadeo o sin él, pero erótico y hasta abrasivo por favor.
Felices Vacaciones!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabes? en algunos momentos de la noche, yo tambien pensé en el libro, sintiendo que eramos muy afortunadas por no tener más impedimentos que los que nos pongamos nosotros mismos para disfrutar de lo que nos rodea; algo que tienen negado tantas personas en el mundo (sobre todo las mujeres).

Anónimo dijo...

La anónima (por decir algo) era yo: Isabel.